SOFONISBA ANGUISSOLA

Pionera de su tiempo, Sofonisba Anguissola nos muestra la estridente valentía dentro de un autorretrato.


Autorretrato en el Caballete Pintando un Panel Devocional (1556)

Nacida dentro de una familia noble en la ciudad italiana de Cremona, Sofonisba Anguissola (c. 1532-1625) fue parte de los afortunados. Se crió, junto con sus hermanas, en un ambiente muy artístico, abarcando todo lo relacionado con una formación humanista (como se requería de una familia respetable en el Renacimiento). Dicho esto, no se esperaba que las mujeres tuvieran estas actividades como algo más que meros pasatiempos. Una mujer no podía, bajo ninguna circunstancia, elegir un camino diferente al que ya había sido elegido para ella. Una mujer nacía para ser un delicado adorno y tener hijos. 

La gente tiende a pensar que las mujeres artistas son relativamente nuevas, lo cual no podría estar más lejos de la realidad. Las mujeres han sido artistas desde el mismo momento en el que lo han sido los hombres, pero nunca reconocidas como tal. Sin embargo, es aún más sorprendente y problemático cuando hoy seguimos olvidándonos de ellas, seguimos alimentando ese mito que afirma que no existieron, cuando tenemos acceso a la prueba de que lo hicieron y que produjeron obras maestras. Un ejemplo idóneo de esto es Sofonisba Anguissola. 

No sabemos exactamente por qué, pero Anguissola contó con el consentimiento -y el apoyo- de su padre para mantener su interés por la pintura, lo cual era algo inusitado. Así, llegó a ser discípula de Bernardino Campi y, más tarde, se uniría a Bernardino Gatti. Con ambos estudió las obras de Correggio y Parmigianino. En 1559 terminó trabajando para el rey Felipe II de España como dama de la corte de Isabel de Valois, siendo también responsable de algunos de los retratos de la familia, acercándose mucho a Isabel y entablando amistad con ella. 

Anguissola era conocida por sus retratos, teniendo la capacidad de capturar la vida en su forma más real, casi como si pudieras ver el alma de la persona que retrataba. Las personalidades de sus lienzos parecen cálidas y sus pinturas dan una sensación de intimidad. Sus obras emanan un aura de conocimiento, que realmente nos muestra cuán increíblemente aguda e intuitiva habría sido. Era tan buena, que se ganó el interés y respeto de nada menos que Michelangelo Buonarroti, quien le daría consejos y elogiaría su técnica y con quien intercambió cartas y diferentes dibujos.

Autorretrato en el Caballete Pintando un Panel Devocional (1556) es un adelanto de lo que terminaría siendo el Barroco. Los tonos más oscuros, el uso del chiaroscuro (juego de luces y sombras), pero manteniendo la calma, serenidad y rigidez características de los retratos renacentistas. 

Lo cierto es que el significado de esta obra va más allá de la técnica y precisión de las pinceladas. Anguissola se representa a sí misma pintando. No sentada en silencio, con las manos apoyadas en su regazo, con aspecto ingenuo. Nada de eso. Nos mira directamente, como si la hubiéramos encontrado trabajando. El pincel casi toca el lienzo, donde vemos la imagen de La Virgen y el Niño. Cabe destacar la delicadeza con la que representa sus manos, tanto que podría recordarnos a Leonado da Vinci, los exquisitos detalles del cuello, todo refuerza el hecho de que fue una pintora de gran talento. 

Ahora la responsabilidad es nuestra. Somos nosotros los que debemos hablar de mujeres artistas que fueron muy conocidas y respetadas hasta cierto punto en su tiempo, pero que hoy parecen estar expulsadas de los libros y de las aulas.

En este autorretrato, Anguissola aparece tranquila, nuestra presencia parece significar poco para ella, pero sus ojos son otra historia; perceptivos e inteligentes. Y sabe que la gente va a hacerse preguntas: ¡¿una mujer pintando?! Al representarse a sí misma como artista reclama su derecho a serlo. Grita en silencio: 





Yo también puedo. Yo también soy. Yo también seré. 





por PAULA HERNÁNDEZ  |  @paulaherx





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